Fotografiaba todos los años ese
mismo paisaje
a la misma hora y desde el
mismo punto.
El poema lo hace una sola vez
y va de afuera a adentro,
es una inversión de luz.
Es como reencarnar el alma con
ramas secas.
Un año la nieve y la luz,
otro la niebla,
mientras llueve el instante es
eterno
y se desordena todo.
La noche es lo inverso,
las vísceras del ángel brillan
en el pozo,
se duerme bajo el mar de la
ciudad,
en los taxis negros en una
estación de mármol.
Es lo inverso.
¿Qué se le pide?
La luz guía hacia el origen,
nunca llegas,
entonces le pides que se
acerque.
Se llama encuentro al ir y que
venga,
pero incluso así ocurre lo
paralelo,
dos movimientos hacia el nunca,
dos flores iguales salen a la
vez a distinto tiempo
sobre la sucia nieve
vuelve a caer la nieve,
la redundancia de lo ligero,
es una labor opaca, frágil,
se colma,
y cuando ves el círculo de
hierba bajo ciertos árboles que guardan en sus raíces el calor y unas huellas
blancas hacia ellos desaparecer
se oye a alguien decir
Soy un junco,
peor,
la sombra
de un junco en la nieve,
peor aún,
de noche
sólo
el junco.
[…]
Un deleite nuevamente poder volver a leer uno de tus poemas y sobre todo saber de ti. Soy Roberto. Nos conocimos cuando apenas era un joven adolescente en Doñana.. Espero saber de ti. Un fuerte abrazo desde México!
ResponderEliminarQuerido Roberto
ResponderEliminarQue sorpresa tan grande. Vives ahora en México? Te acuerdas de que jugábamos al futbol en los arenales de Mataslascañas? Un abrazo grande. ya me contaras.