29/4/19

LUMINARIAS (2009-2019)


Ponía demasiada fuerza en no gravitar, o caminar sin levantar polvo. Hay una gran oquedad revestida, la necesitabas para hablar. Un hombre al que hubieran condenado a hablar sin cesar hasta el final de sus días y así alejar a la muerte.


Los libros en los que apoyaría mi cabeza para hacer de ellos una almohada dura. Dasein.


Hace daño. Pensamientos o semillas negras de pensamientos. Al  esparcirlas por las arenas estériles sueñas que no vives. Así es la gratitud: lo que no se da, se da. En la mano negras semillas de pensamientos que echas a los pájaros para que dejen de cantar.



Intenté hacer lumbre a la manera de los hombres de la niebla. Desfallecí. Fracaso. Mañana eclipse de luna. Hay que escribir a saltos, siempre hacia adelante. Grandes saltos para dejar menos huellas. El rastreador, el que lee te confundirá con un gigante.


La excesiva luz del Roselló donde el poeta es un destructor de lenguaje. El vacío del centro.



Escuchando el agua todo el día. Penetró ese sonido en ti, sigue sonando dentro de ti y hasta olvidar quien eres.



En ese poema arde un depósito de turba.




La primera palabra del día raras veces se pronuncia.



Espesura del bosque, arroyos desbordados, vivacidad de la propia vida, incluso la muerte ayuda al verde, a reverdecer, a llenarse de luz antes de que el viento haga que todo baile con todo. Ante esta sinfonía prodigiosa tu vida es un desierto.



Grandes simas en la conciencia. Dios no las domina.



Con viejas vigas la casa nueva. Las piedras siempre son viejas. Con piedras de los cercados una casa transparente: después de los remolinos del yo, las hojas del tu a mis pies.



Ninguna noche se acumula en otra noche.